La Obediencia y la Disciplina en los Niños


Para lograr que nuestros hijos nos escuchen, es muy importante fijarnos en nuestras actitudes y reacciones, así como observar consecuencia entre lo que decimos y hacemos.

Esto organizará también la mente del niño y lo acostumbrará a seguir las orientaciones que les demos.

Los padres no suelen preocuparse de la disciplina durante los primeros doce meses de vida de su hijo; tampoco es necesario. 


Pero sin saberlo, dándole seguridad e intimidad con los abrazos, las atenciones y el cariño que le dan, están sentando las bases para su educación. El niño percibe el efecto de sus actos a partir del primero año, cuando llora y la mamá o el papá le satisfacen sus necesidades. 

A partir de entonces ya es recomendable comenzar a marcarle ciertos límites por su propia seguridad, lo cual es el inicio de la disciplina.

A los dos o tres años, el niño se preocupará mucho por que papá y mamá se sientan bien de lo que él hace, pero al mismo tiempo en esta edad retiene muy poco de normas y se acuerda de ellas sólo cuando los papis están en casa. Es necesario por ello estar pendientes de él. 


A los cinco años ya reconoce y diferencia muy bien lo bueno de lo malo, así que no hay que vigilarlo tanto. El proceso culmina a los 8 años, en los que el concepto de disciplina esta totalmente interiorizado y no hay más supervisión que hacer.

Vale tomar en cuenta que este proceso no debe ser vertical, sino que se deberá adaptar a las características, personalidad, edad y las circunstancias particulares que está viviendo el niño.

Los problemas de disciplina generalmente tiene su causa no en el niño, sino en los padres, diciéndoles "no hagas eso, no hagas lo otro, no, no, no...." o imponiéndole demasiadas órdenes


Lo que se debe hacer es acercarse al niño y explicarle por qué se le esta pidiendo tal o cual cosa: "No subas al mueble, porque puede mancharse con los zapatos", por ejemplo. 

Así el niño aprenderá que toda indicación tiene su lógica y su motivo, y no es una imposición sin fundamento a él, sobretodo cuando está en plena etapa del desarrollo del Yo (entre los 18 meses y los tres años).





En esta etapa, su rebeldía no es contra los padres, sino para experimentar su propia personalidad. Se recomienda hacerle preguntas que no abran las puertas a un "No" como respuesta. En vez de decirle "¿Quieres lavarte los dientes?" se le dirá "Ahora, vamos a lavarnos los dientes, a ver quien hace más espuma" en un tono cariñoso y no imperativo.

El niño también necesitan comprobar hasta dónde puede llegar y donde están los límites, aunque también le agrada que se le indique lo que tiene que hacer. Por ejemplo, al decirle que ya es la hora de dormir y se le lleva a la cama (de buena manera) a pesar de que pueda gritar o llorar un poco, sentirá que está seguro y protegido


Pero al mismo tiempo se le debe dar la posibilidad de ser él quien tome la iniciativa. Por ejemplo, cuando propone a Mamá el bailar alguna música que le gusta en la sala y Mamá deja lo que está haciendo para unirse a él en su diversión. Así percibe que se le tiene en cuenta, y si lo pidió de buenas maneras, se le reforzará que esa es la manera correcta de lograr las cosas.

Otra manera de demostrar su independiencia es negándose ha hacer algo. Por ejemplo, a la hora de ponerle la ropa, se quita un zapato o no se deja poner la camisa. 


Su reacción es muy posible que también tenga relación con el desarrollo del Yo. En ese caso, también es bueno tomarlo con buen humor y de manera creativa. Si no quiere ponerse el zapato y se esconde debajo de la cama, Mamá se convertirá en el lobo que persigue a la ovejita por el bosque. 

También se puede hacer caso omiso de su comportamiento. Si están en el parque, Mamá lo llama para regresar y él no hace caso, pues Mamá se dará la vuelta como si no se hubiera dado cuenta. El niño no tardará en recapacitar y alcanzará a Mamá. 

Otra de las situaciones que utiliza el niño para llamar la atención de forma negativa, es haciendo berrinches o teatros en frente de todos, sabiendo que esto molesta a sus papás. No hacerle caso puede que también resulte, pero si no, pues se le puede llevar a un lado y explicarle que de esa manera no logrará lo que quiere.

Finalmente, debemos tener en cuenta que está bien que el niño sea obediente. Lo que está mal es que esta sea una obediencia ciega


Por ello no debemos descuidar nuestra labor como padres de familia en casa o como maestras en el Kinder en el estímulo a la iniciativa propia, al autoconocimiento y reconocimiento, a la creatividad, la apertura mental y la libertad en el niño, pues son muy importantes para que crezca y se desenvuelva como un ser social capaz de dar cariño y seguridad a su vez; una persona íntegra, sana y feliz.

Fotos: El Rancahuaso , Philippine E-lib , DW World


Comentarios

Publicar un comentario

¡Comenta aquí!