Princesitas: un cuento de hadas con final... feliz?

Hace unos días viendo la tele me crucé con un concurso de belleza para niñas. Yo ya  había oído hablar de estos concursos donde, desde muy pequeñitas, se les prepara a las niñas para deslumbrar con sus peinados, sonrisas y gracias a un jurado que las evalúa tal como lo harían con las reinas de belleza profesionales.


Sin embargo, ver este show de luces, estrés y glamour con sus asustadas protagonistas me dejó un mal sabor. No estaba conciente de qué era exactamente lo que me había molestado, así que decidí trasladar mis emociones al papel. Aquí algunas de ellas:


Maquillaje: su finalidad ha sido siempre la de atraer al género opuesto. Ponerles maquillaje a las niñas, si bien las hace ver fabulosas, envía un mensaje incorrecto, fuera de contexto, exponiéndolas y arriesgando su seguridad. Cada edad tiene su encanto ¿O acaso esperamos que usen crema antiarrugas a los veinte?

Belleza: La belleza en las niñas es natural, es ahí donde está su mayor valor. ¿Por qué entonces disfrazar esa belleza con adornos reservados para tapar las imperfecciones de mujeres mayores?






Estrés: un concurso de belleza, como toda competencia, genera ansiedad y miedo en las concursantes. Las niñas no están preparadas para soportar eso de manera correcta. Menos aun cuando son sus propias madres quienes les transmiten ese estrés, siendo estrictas, alterándose al perder la tarjeta con el número de candidata o impacientándose durante el laciado del cabello.

Valores: se resalta en las niñas la belleza exterior como valor más importante, el único que merece cultivarse y perfeccionarse. Pero, ¿qué hay de la belleza interior? Si las mamás están seguras que sus hijas son las más bellas del mundo, lo más lógico sería preocuparse más por desarrollar en sus hijas la otra belleza, la que mantendrá vivo aquel brillo natural en sus ojos durante el resto de su vida. ¿Qué piensan de sí mismas las niñas que no ganan? ¿Cómo les ayudan las mamás a manejar eso?

Cultura de la apariencia: me apenó verlas en el escenario siendo dirigidas para sonreir y mantener esa sonrisa hasta entumecerse el rostro, acomodarse el cabello, mover las caderas y despedirse con un beso al vuelo. Todo lo que soy se resume entonces a lo que se ve en el espejo.


Desarrollo y madurez: Al permitir que el mundo de la niña gire en torno a los concursos de belleza, haremos que salte etapas importantes de su desarrollo emocional como persona. Es muy probable que luego de muchos años, la pequeña siga atrapada en un cuerpo de mujer, sin sentir la necesidad ni saber cómo pasar al siguiente nivel. Cuando no reciban lo que creen que merecen (el cielo o más) sencillamente no lo podrán soportar.

A todo esto se podrá decir que es una experiencia enriquecedora para las niñas, que las acerca más a mamá o que las prepara para una sociedad competitiva. Pero aun así creo que todo eso no justifica robarles su infancia; esos trofeos y abanicos de dólares que recibe "la mejor sonrisa", "la mirada más dulce" o "la miss fotogénia" no creo que sean ni premio ni consuelo suficiente.

Comentarios

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  1. Opino lo mismo gracias por escribir tus pensamientos.. Realmente es muy triste..

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