El mito de las verduras frescas en la alimentación infantil

Los estudios son concluyentes: la inclusión de las ensaladas de verduras en la dieta infantil ayuda a prevenir un gran porcentaje de enfermedades, desde problemas gastrointestinales hasta cáncer. Pero, ¿hemos los padres de familia entendido correctamente el mensaje?


Haciendo un cuco de la ensalada de verduras


Las campañas para promover las verduras en la alimentación infantil ha llevado a muchos papás y mamás a obligar a sus hijos a comer estos alimentos, pensando en su bien.

Muchos nos dedicamos a un esfuerzo de imaginación para decorar grandes tazones de verduras frescas, o presentarlas en los platos de nuestros hijos más pequeños en la forma de atractivos diseños para motivar su apetito. 

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que las verduras frescas no son aceptadas por la gran mayoría de niños. Obligarlos a comerlas podría ser contraproducente, llevándolos a odiar no solo las verduras, sino cualquier cosa que se le parezca y en cualquier presentación.

Apreciar los sabores toma su tiempo


Cuando el pediatra nos da la señal de partida para empezar a introducir elementos sólidos en la dieta de nuestros bebés, casi nunca indica verduras frescas. Todos los alimentos son sancochados o hervidos, como la papa, el camote, el hígado de pollo, etc. Por ahí aparece poco a poco la espinaca, pero cocida y mezclada. Luego hacen su aparición las compotas de frutas, como el durazno y la manzana.

Con el tiempo, se irán aumentando nuevos alimentos en la comida del bebé. Algunos serán recibidos con alegría, otros provocarán que el plato se estrelle en el suelo. El sentido del gusto se fortalecerá y cambiará, será capaz de captar y disfrutar nuevos sabores y así el niño aprenderá a tolerar una amplia variedad de alimentos.

Consistencias, colores y formas


Entre los aspectos que distinguen a muchas verduras está su consistencia. El hecho de contar con un gran porcentaje de agua las hace insípidas en muchos casos y en otros genera reacciones de rechazo en los niños, desde pucheros hasta náuseas. 

Algunas de las verduras que pueden generar este rechazo son el pepino o la lechuga, por ejemplo. El color o apariencia de una verdura en particular también puede hacer que tu hijo le declare una guerra sin cuartel.

Empieza por verduras cocidas


La ventaja de las verduras sancochadas o cocidas es que su sabor es más tolerable para los niños. Habrás notado, por ejemplo, lo que sucede con una zanahoria al sancocharla; su dulzor se incrementa. En el caso del maíz o las arvejas, no hay otra forma de consumirlas que cocidas.





Verduras frescas sí, pero no todas


Una vez que tu hijo se ha acostumbrado a las verdura cocidas, recién entonces puedes probar distintas maneras de acercarlo a las verduras frescas. Puedes empezar con la palta, pero no como parte de una ensalada; las paltas cremosas son ideales para hacer un delicioso pan relleno de palta. Solo necesitas machacarla y echarle una pizca de sal.

El tomate fresco puedes presentarlo solo o con queso fresco, o bien espolvoreado con orégano. La espinaca, que tu hijo hace tiempo que ya la come en papillas o cremas, puedes presentarla combinada con nueces, queso parmesano y pan frito. Luego se podrá probar con otras verduras, ampliando cada vez más el abanico de opciones y al mismo tiempo la tolerancia a nuevos sabores.

También puedes utilizar algunas salsas que realzarán el sabor de las ensaladas, como esta salsa agridulce que presentamos en un artículo anterior.

Fibra, vitaminas y mucho más


Todos estamos de acuerdo en que el objetivo de sumar las verduras a la dieta de un niño es que pueda proveerse de las vitaminas, fibra y nutrientes necesarios para un desarrollo saludable. Sin embargo, a veces no nos tomamos el tiempo para entender que la nutrición de nuestros hijos debe ir de la mano con sus gustos, sin apuros ni desesperaciones que terminen haciendo que tu hijo odie las verduras y que cada momento de comer sea un verdadero calvario.

Dónde obtener lo que dan las verduras


Las verduras son uno de los principales aportantes de diversos nutrientes muy beneficios para el desarrollo físico y mental de los niños. Son fuente de antioxidantes, vitaminas y sustancias digestivas, muchas de ellas son diuréticas y otras previenen la deshidratación o potencian el rendimiento físico e intelectual.

Eso no significa que tu hijo debe comer exclusivamente verduras para obtener esos beneficios a su salud. Esa el la causa de mayor ansiedad por parte de los padres de familia cuando sus hijos no quieren comer verduras.

Las frutas son el alimento que más se parece a las verduras por el contenido vitamínico que poseen, aportan también una gran cantidad de fibra y ayudan mucho a la digestión. Por otro lado, el consumo de avena también ayuda en la limpieza intestinal, el maní es un excelente antioxidante y las ciruelas y uvas son un suave laxante.

Recuerda, además, que las carnes, huevos, leche y harinas también son parte necesaria de la dieta infantil.

Mientras tu hijo come su fruta, puedes ir aumentando progresivamente su consumo de verduras, ya sea en ensaladas o cocida. Hay infinidad de recetas de ensaladas de verduras frescas con sabrosos elementos adicionales que puedes ir probando con tu hijos.

Lo importante es que no te estreses. Con paciencia y mucho amor, tu hijo terminará comiendo una variedad importante de verduras frescas y así tendrá más armas con que defenderse de muchas enfermedades... ¡y de la comida rápida!


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