Cuentos para evitar el prejuicio en los niños: el globito Benji

Hace poco pude entrar al colegio de mi hija en pleno recreo y noté que la apariencia era un factor demasiado importante para hacer grupos de amigos entre los niños. Y en esto influye lo que ven o escuchan en la tele, en la familia o en el mismo colegio.


Por eso quise compartir con ustedes un breve cuento infantil para enseñarles a nuestros hijos lo que realmente debe valorarse en el prójimo. Espero que les guste y sea de utilidad en la formación de sus pequeños.

El globito Benji

Benji era un globito de color azul que vivía en la ciudad. Una tarde, mamá y papá globo le dijeron a Benji que todos irían de paseo al bosque. Benji nunca antes había ido ahí y le dio algo de temor ir a un lugar desconocido para él.

Pero el paisaje que vió Benji al llegar al bosque era fabuloso. Miles de árboles se apretujaban hasta perderse en el horizonte, salpicados por pequeños espejos de agua cristalina, cascadas y verdes praderas. Benji estaba asombrado por tanta belleza y decidió salir a flotar por ahí.

-No te alejes mucho, Benji -le recordó su mamá.

Los primeros árboles acogieron a Benji con el susurro de las hojas mecidas al viento y los cantos de pájaros por todos lados. Rayos de sol se colaban como espadas por entre el follaje, pareciéndo mostrarle el camino.

Al cruzar por uno de esos rayos de luz, el globito Benji descubrió a un puerco espín, que lo miraba muy curioso; parecía con muchas ganar de jugar.


-Hola globito. ¿Eres nuevo por aquí, verdad?
-Sí. He venido con mis papás de paseo al bosque.
-Mi mamá me ha dejado un momento para venir. ¿Quieres jugar conmigo?

Benji el globito observó las púas del puerco espín y respondió.

-De ninguna manera. Podrías pincharme con tus púas y me desinflaría.

Y se alejó de ahí, dejando al puerco espín apenado y solo junto al rayito de sol.

Más adelante una veloz ardilla se le atravesó. Entre sus manitas llevaba una bellota que mordisqueaba con sus dientecillos. Al ver a Benji dejo de masticar y levantando su colita le dijo:


-Hola globito, ¿que haces por aquí?
-He venido de paseo - contesto Benji tímidamente- ¿Qué es eso que tienes en tus manos?
-Ah! es mi comida. Se llama bellota y la llevo para que mamá la almacene en el invierno. Pero ya me cansé de recoger bellotas. ¿Jugamos?





Benji vio los tremendos dientes que le mostraba la ardillita al sonreírle y las largas uñas con que cogía la bellota.

-No gracias, podrías pincharme con esas uñas o con tus dientes. Mejor me voy.

Y mientras el globito se iba, la ardillita se quedó muy triste, viéndose las uñas y palpándose los dientes como si se diera cuenta de ellos por primera vez.

Casi llegando a un claro en el bosque, Benji el globito escuchó un golpeteo muy fuerte que parecía venir de un árbol al lado suyo. Caminó hacia aquel árbol y descubrió, aferrado al tronco, un curioso pájaro rojo, amarillo y negro que agujereaba la corteza con su largo pico. Al ver a Benji, el curioso pajarillo se detuvo.


-¿Quién eres tú? -Se animó a preguntarle Benji.
-Soy un pájaro carpintero -le respondió el ave-. Hago agujeros en los árboles para buscar comida. Pero la verdad es que ya estoy mareado de tanto picotear este árbol. ¿Jugamos?

Benji se fijó en su inmenso pico y temeroso de que pudiera desinflarlo con él, se retiró sin decirle nada, dejando al pájaro carpintero muy confundido.

Benji llegó por fin al claro en el bosque. Era un pequeño espacio libre, rodeado de árboles y cubierto de verde pasto. En medio de aquél lugar, Benji descubrió un lindo conejito blanco que hurgaba entre las hierbas buscando las más frescas.


-Hola! -le dijo Benji entusiasmado. ¿Qué estás haciendo?
-¿Pero es que no lo estás viendo? -Respondió el conejo, impaciente-. Busco comida, globito.
-Ah! Claro, tienes razón- susurró Benji, apenado.
-Estoy ocupado globito -le dijo el conejo, que sin mucho animo continuó- ...pero si quieres podemos jugar un poco, ¿quieres?

Benji vio al conejito, todo limpiecito. Se veía tan suave que no creyó que pudiera pincharlo como los otros animales.

-Esta bien, juguemos!
-Bueno. Pero jugaremos como yo diga.
-De acuerdo -dijo Benji.

El juego consistía en ver quién saltaba más alto, por turnos. El conejos saltó primero, después lo hizo Benji. Cada vez más y más alto. Al ver lo alto que llegaba el globito, el conejo quiso alcanzarlo, pero no pudo. Al final, cuando era el turno de Benji, el conejo le dio una patada haciendo que el globito se pinchara con una ramita.

-Ay! Me desinflo! -Se quejaba Benji- Ayúdame, conejito!

Pero el conejo, asustado por lo que había hecho, huyó dando brincos y desapareciendo en la espesura del bosque.

Benji se quedó ahí, desinflándose lentamente, muy triste y decepcionado de quién creyó su nuevo amigo. Pero su sorpresa fue grande cuando vio aparecer entre el follaje al puerco espín, al pájaro carpintero y a la ardilla.

Sin decir una sola palabra, el puerco espín cavó un surco en el suelo con sus púas. La ardilla desapareció, volvió completamente empapada y se sacudió el agua sobre el surco de tierra. Luego, el pájaro carpintero lo mezcló todo con sus patas y pico, y con la punta de sus alas untó el barro obtenido sobre el agujero de Benji. Finalmente batió sus alas hasta secar el barro, sellando así el agujero.

-¡Muchas gracias a todos! -les dijo Benji, emocionado- No me porté bien con ustedes y estoy muy apenado por eso.

-No te preocupes, Benji -lo calmó la ardilla-. Ahora vayamos con tus papás para que te curen bien.


A Benji el colocaron un lindo parche de color verde claro en la clínica y desde entonces va siempre que puede a jugar con sus amigos del bosque. De ahí en adelante tuvo más cuidado al elegir, juzgar y tratar a sus amistades.

"No busques el valor de una persona en su apariencia.
Encuéntralo en su corazón."

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